viernes, 11 de mayo de 2012

C de Cosas Toreras de la Albarizuela...

Ha sido durante muchos años 'santuario de peregrinación' de esos valientes jóvenes que trataban de abrirse camino con el capote. El 'santuario' estaba en el número 7 de la calle Honsario, donde todo torerillo con ilusión y empuje debía de pasar para alquilar un traje de luces o comprar algunos trastos. De sus paredes cuelga un centenar de carteles y fotografías de los más grandes, en la estancia se dan cita los aficionados y, tras una mesa de madera, sentado, anda allí siempre José Rosado Barrios, el aficionado que nunca pudo ser torero. Ahora, el 'templo' del iniciado ya no alquila trajes de luces ni trastos para torear. La estancia, el 'despacho' de Pepe Rosado, sigue tal como estaba. Solamente que de sus armarios no cuelgan trajes de luces ni hay complementos que alquilar o vender. Pero Pepe Rosado sigue allí, sucediendo a 'Manolín', con sus 64 años a las espaldas, sentado tras la mesa de madera, rodeado de sus cuadros, aunque con más años y pelo encanecido. Ese 'Manolín' era su padre, Manuel Rosado, un singular torero pequeño, de piernas arqueadas y con mucho valor que ideó el negocio de alquiler. José Rosado, Pepe, 'El niño de Manolín' o 'Pepito el Triqui', como le apodaba su padre, era hijo único de Manuel Rosado y Carmen Barrios. Se crió en El Carmen y, años después, la familia se trasladó a pleno corazón de La Albarizuela, ese barrio con tantísima historia. Su memoria es envidiable, su charla rápida y clara. Pepe es como un 'Cossío' que anda, habla y no descansa. Esta es otra lección de tauromaquia para los más profanos.
 - ¿Cómo era su padre? -
 Era un hombre muy formal, respetado por todos, de gran sabiduría torera... Tuvo amigos en toda la provincia. Ayudó, como maestro, a cientos de chavales que comenzaban en este mundo.
 - ¿Descubrió a figuras? -
En una ocasión, recuerdo que le comentó al periodista Manolo Liaño: 'No deje usted de ver en el momento que pueda a un muchacho de Sanlúcar que se llama Paco Ojeda. Puede ser la gran figura que necesita hoy la fiesta'. Y llegó a ser una gran figura, como todos saben.
 - ¿Qué consejos le daba? -
 Que las cualidades de un torero van en este orden: gran afición por su trabajo, ser inteligente y, por último, tener mucho valor.
 - Y le metió el gusanillo.
 - Y también mi tío Guillermo Rosado, tío abuelo de mi padre, que fue un gran aficionado. También me fijaba mucho en Vicente Pastor, 'El Niño de la Blusa'.
 - Entonces, se propuso llegar a ser torero.
 - Sí, pero aquello no funcionó. Le cogí miedo. Es que esto del toreo es algo muy difícil. Yo siempre sentí la afición por el toro y, de hecho, sólo con ocho o nueve años conocía el nombre de todos los toros. Pero lo mío fue sólo una aventura que duró poco tiempo. Dos veces me vestí de luces en Jerez y ahí se acabó todo. La primera ocasión fue en un día muy señalado en aquellos años: Un 18 de julio de 1965, cuando tomé parte en una novillada que daban Pepe Belmonte y Severo Gallardo, con novillos de Zuleta Hermanos, junto a Agustinillo, 'Reolinas', Pedro Ortega, Fernando Moreno y 'El Quirri'. Lidié y maté a 'Cantador', un ejemplar marcado con el número 8. Al año siguiente, maté a un novillo con la troupe de 'El Empastre'. Y ahí acabó la historia.
 - ¿Quién montó la tienda de alquiler de trajes y trebejos?
 - Fue mi padre 'Manolín'. Muchos torerillos venían por aquí a alquilar, pero la mayoría de las veces no podían elegir tal o cual traje o un color concreto. Se tenían que llevar el que mejor se adaptaba a su cuerpo. Pero yo disfrutaba mucho con este oficio. Ahora, las cosas han cambiado. Y a peor...
 - ¿Cómo le devolvían los trajes?
 - Pues más o menos bien. A veces, con algún roto o incluso sangre, según fuera el percance. Recuerdo que mi padre les decía que podían devolver el traje roto o sucio, pero que no se les ocurriera devolverlos cagados porque por ahí no tragaba. '¡Nunca cagados!', les insistía.
 - ¿Qué le diría a un antitaurino?
 - Que no es nadie para prohibir los toros. El toro nace para eso, para la fiesta. Ningún animal del mundo sabe defenderse como el toro.
 - ¿Ha cambiado mucho la fiesta?
 -Pienso que, antiguamente, el público era más exigente. Dabas un paso atrás y la gente te quería matar. Hoy, además, hay demasiados toreros y pocas figuras. Se torea más, hay hasta mil ganaderías bravas, pero se hacen corridas con toreros que no interesan. Hoy día, lo difícil no es torear, lo difícil es cobrar. El Guerra decía en sus tiempos que el que toreara más era el que más ganaba. Ahora es al revés.
 - Sus diestros favoritos...
 - Antonio Ordóñez, un Messi o Ronaldo del toreo; Joselito, Juan Belmonte, Domingo Ortega, Manolete... Y ahora, el Niño Manzanares, José Tomás, Ponce o Morante de la Puebla, entre otros muchos.
Artículo Publicado en Diario de Jerez.

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