domingo, 19 de enero de 2014

C de Costalero Puro.


Gesta del costalero interino.

"Después será necesario beber. Se le secaría sin vino esa rosa mística que le acaba de florecer en un costado"

Sí, es verdad que hay este mundo. Pero ¿quién lo hizo? ¿qué Dios, provisional para estos siete días? Hay este mundo, que dura una semana. Y otro, que rueda su discurso durante todo el año.
Este mundo de la Semana Santa reluce en fiesta nueva para unos nuevos ojos.
Porque también es verdad que a Frasquito lo han cambiado. Cada año, por este tiempo, se estrena un Frasquito enardecido, con la mirada caliente y suelto de voces y ademanes. Este Frasquito resucita el Domingo de Ramos y muere el Sábado de Gloria, disuelto luego en los días uniformes, que carda el reloj de entre el tiempo corriente, sin drama ni perfiles. Todo el año su cesta del almuerzo y la bicicleta que le lleva al tajo. Un día igual a otro, si no son estos siete de la pasión y muerte de Frasquito.
Y ¿cómo pagar, señor, aquella resurección en medio de este mundo, que le restalla los nervios y se le mete en la masa de la sangre?
Cruzan las procesiones, pero bajo los "pasos", tan apuestos de relumbridos, hay otro mundo de omoplatos y sudores, donde jadean los forzados de la santa galera.
Y él, Frasquito, mientras tanto, ver y gozar. ¿Qué se puede ser en la Semana Santa? Primeramente se pude ser espectador. Y luego se tiene que ser alguien, jarcia, o mejor, puntal de tanta maravilla.
Frasquito no es Hermano de ninguna Cofradía. Acaso no tiene mucha fe los otros días de otras semanas. El resto del año, Frasquito es la cuestión social. Ahora... ¿qué puede dar él en este mundo? Tiene una voluntad dura y unos hombros robustos.
Cada Semana Mayor, Frasquito dará su "chicotá", es decir, se ha de hacer "gallego" honorario. Desde la plaza de la Campana hasta la Catedral llevará el Cristo del Amor. Se meterá bajo el "paso", para ocupar el lugar de un costalero.
Y no importa si caen las faldas de la canastilla y se apaga todo cuanto reluce y sólo llega en resonancias y ecos el esplendor ese que afuera se levanta. Corrido el telón, Frasquito será un anónimo habitante de aquella oscura isla semoviente, hundida bajo el oleaje callejero. Pero sentirá sobre sus hombros la cruz de los travesaños. Frasquito llevará el Cristo. Por afición. Eso es todo.
Después será necesario beber. Se le secaría sin vino esa rosa mística que le acaba de florecer en un costado.

Del libro "Semana Santa Teoría y Realidad" de Antonio Núñez de Herrera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario